domingo, 21 de septiembre de 2008

La última órbita de Clarke.

Siempre he creído que la humanidad se ha construido y se ha sostenido sobre grandes pilares invisibles que, como si fueran grandes Atlas, comparten en cada espacio y tiempo el peso de nuestra historia. Pilares que si bien están constituidos de un material mucho mas sublime y valioso que el mármol, tienen mucho en común con la aún inescrutable materia oscura. Muy pocos saben de su existencia y para la gran mayoría pasa inadvertida; pero sin sus efectos, simplemente nada en el Universo hubiera sido como es. Análogamente, en el Universo de nuestra humana existencia, cada época se construye sobre los cimientos de grandes mentes y grandes almas, que con sus acciones y visiones, han contribuido de forma decisiva ha construir el mundo a nuestro alrededor. Uno de esos gigantes, uno los grandes pilares del siglo XX, Sir Arthur C. Clarke, acaba de dar su última vuelta alrededor del Sol.

Arthur C Clarke fue sin duda alguna, junto con Isaac Asimov, uno de los mas grandes visionarios del siglo pasado, y probablemente, de toda la historia. Padre indiscutible del nacimiento de la era de las telecomunicaciones, no solo fue capaz de hacer importantes contribuciones en el ámbito científico y tecnológico (como los conceptos de los satélites artificiales y las estaciones espaciales), sino que también, a través de la maestría de las palabras, pudo llevarnos a viajar y explorar mundos lejanos haciéndonos ver junto a él siglos adelante en el tiempo, para replantarnos nuevamente de forma soberbia e inusitada, la grandes preguntas que siempre han acompañado a la humanidad.

De sus obras, la máxima fue sin duda la saga de la Odisea del Espacio, cuyo primer título (de una serie de 4) fue llevada magistralmente a la pantalla junto al maestro del cine Stanley Kubrick, dando origen a uno de los clásicos de todos los tiempos como fue 2001: Una Odisea del Espacio. Aparte de los grandiosos efectos especiales que inventaron para contar la historia (incluso antes de la llegada del hombre a la luna y que influenciarían por muchos años el cine), es sinceramente, una película difícil de ver y mucho menos de entender a primera vista. La ausencia sostenida diálogos, la presencia de imágenes psicodélicas y escenas aparentemente sin sentido, fue la forma en que Kubrick trató de transmitir de la forma mas pura posible, la esencia de las ideas concebidas por Clarke. A decir verdad, la primera vez que la ví, no pude penetrar del todo la barrera de lo evidente y muchas cosas para mí no cobraban todo su sentido. Pero si pude ver claramente, que dicha historia contenía dentro sí rasgos condensados de un elemento raro e incalculablemente valioso (y cada vez mas escaso en el arte), lo Trascendental.

Se escapa de mis manos hacer aquí siquiera un esbozo de la profundidad de las cuestiones planteadas en ella. La historia 2001: Odisea del Espacio, como todas las grandes obras del arte, tiene diferentes niveles de significación que van desde lo evidente hasta lo trascendente, dependiendo así de cada quien cuan lejos llega en su búsqueda y apreciación, convirtiéndose el lector (o en general al espectador) en copartícipe de la creación. Baste decir que solo con la ayuda de la lectura concienzuda y reiterada de la obra escrita original, he podido profundizar en las ideas planteadas Clark, y que con cada nueva lectura, se me presentan nuevas interpretaciones que aun son tema reflexión, constituyendo sencillamente para mi, una de de las obras mas cautivantes que haya leído y de la que más ha influenciado mi pensamiento.

Clark no solo fue un gran científico, ingeniero y escritor de ciencia ficción. Fue por encima de todo, un visionario. Aun a los 90 años de edad, desde al remota Sri Lanka, siguió siendo pionero de la prospectiva (el estudio del futuro) y de las mas novedosas y verdaderamente revolucionarias corrientes filosóficas que están emergiendo a su ineludible encuentro con la historia, como el Transhumanismo. Universalmente famosas (al menos dentro de los que no ignoran “la materia oscura”) son sus tres leyes del Futuro. La primera de ellas establece que cuando un científico famoso dice que algo es posible, probablemente tiene razón. Pero cuando dice que es imposible, probablemente está equivocado. La segunda (mi favorita) es que la única forma de conocer los límites de lo posible es aventurarse más allá de ellos y llegar hasta lo imposible. Y la tercera, que cualquier tecnología suficientemente avanzada no se diferencia de la magia.

Pocos son lo que puede liberarse de los prejuicios y paradigmas que gobiernan con tiranía nuestros pensamientos en cada espacio y tiempo. Pocos son los que pueden ver más allá de nuestras narices y vislumbrar una realidad distinta. Pocos son los que pueden alumbrar la espesa niebla del futuro, ver lo que hay allá y volver con optimismo. Y aún mas escasos son aquellos que pueden compartir sus visiones con el resto del mundo y Arthur C. Clarke fue uno de ellos. El pasado 19 de marzo, él inició su Odisea por el Espacio, pero cual monolito, su obra sobrevivirá el paso de los eones y su memoria permanecerá en órbita geoestacionaria el lo alto del firmamento de la humanidad.



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