jueves, 30 de abril de 2009

Rumbos Posibles: el surgimiento de la Transgeneracionalidad y el triunfo de la Prospectiva

Transhumanismo: Un Nuevo Renacimiento (III.I)

“La imaginación es más importante que el conocimiento”
Albert Einstein




No hay duda que si conjugamos la imaginación y el conocimiento aumentaremos nuestras posibilidades de adentrarnos, así sea someramente, en la fascinante vorágine de los cambios por venir.Arthur C. Clarke en el preámbulo de su obra máxima 2001: Odisea del Espacio, postuló que siempre la realidad superaría en creces a la ficción; pero si nuestra realidad ya la ha superado en muchos casos, ¿qué podemos esperar del futuro?, ¿qué implicaciones podrían tener la aplicación intensiva de las tecnologías en nuestras vidas?, ¿podremos con nuestra imaginación crear nuevas ficciones susceptibles de ser superadas por la realidad?, ¿o ya esta no es suficiente para adentrarse en el insondable territorio de las posibilidades inciertas?. Despojado de prejuicios y abandonado por las paradigmas actuales, se presentan a continuación un breve y limitado conjunto de especulaciones sobre un mañana plausible, sobre rumbos posibles.

(ADVERTENCIA: a partir de aquí contenido altamente especulativo, se sugiere tomar las debidas precauciones al respecto.)

III.I Sobre el surgimiento de la Transgeneracionalidad y el triunfo de la Prospectiva:

Durante los últimos 100 años, la humanidad se ha visto amenazada por variadas y disímiles situaciones, desde guerras mundiales con armas convencionales hasta la posibilidad de una nuclear. Amenazas algunas de menor o mayor alcance, pero todas parecían tener un origen común: La incapacidad de lograr la convivencia en la divergencia y la consecuente imposición de una forma de pensar y vivir de unos a otros.

Sin embargo, tanto en medio los tormentosos tiempos de guerra y de los prósperos tiempos de paz, se ha estado creando o contribuyendo por igual al fortalecimiento de la mayor de las amenazas que debe y deberá enfrentar la humanidad en el futuro cercano. Una amenaza que no radica en el uso desmedido y desvariado del poderío militar de las naciones sino en el descontrol inducido de las poderosas fuerzas de nuestro planeta: el cambio climático.

Si bien el cambio climático tiene un conjunto de factores naturales que lo originan (como los ciclos de actividad solar, la precesión de la órbita terrestre, etc.) no debe quedar duda que el uso ineficiente, y en muchas veces, irracional de los recursos energéticos de nuestro planeta durante los últimos 200 años (por parte de nuestra sociedad industrial), ha jugado un rol importante en el actual calentamiento global.

Desde hace ya muchas décadas la ciencia alertó de las nefastas consecuencias que tendría seguir esta tendencia de consumo energético derrochador y de alto impacto ambiental. Sin embargo prácticamente nada se hizo, y solo ahora que los primeros efectos “visibles” empiezan a hacerse notar, es que la humanidad ha empezado preocuparse por hacer algo al respecto. No obstante del progresivo avance que ha tenido en la colectividad la preocupación por el medio ambiente y de la continua y marcada acumulación de pruebas científicas, la gran mayoría de las naciones mas desarrolladas del planeta siguen ignorando la situación y su rol determinante en ella. ¿por qué sucede esto?, ¿por qué seguimos invirtiendo dinero y esfuerzo en un negocio que a la larga (y mas bien corta) nos va arrojar incalculables pérdidas?.

La razón profunda por la cual seguimos sacrificando el futuro en nombre de la inmediatez, es la propia brevedad de la vida humana. En términos geológicos, el tiempo de vida de un ser humano es poco menos que un fugaz parpadeo en la edad de la Tierra, en incluso toda la historia humana no escapa de la validez de esta comparación. Para la mayoría de quienes tan solo pueden aspirar a vivir unos 70 u 80 años, les resulta extremadamente difícil preocuparse por las consecuencias de sus actos si éstas se solo verán reflejados varios siglos después de su propia muerte. Para otros muchos, en el mejor de los casos, su preocupación se extiende un poco mas allá hasta sus nietos, los cuales en todo caso tampoco sufrirían los efectos de sus actuales acciones u omisiones. O al menos, así ha sido hasta ahora.

La extensión de la expectativa de vida que casi seguramente habrá de lograrse en los próximos años, donde gracias a los avances de las NBICs se haría posible que una persona viviera al menos 200 o 300 años, tendrá un impacto definitivo en el surgimiento de una conciencia global de carácter transgeneracional. Ello nos enfrentaría de manera directa a las consecuencias de nuestras acciones (al menos en términos de degradación de medio ambiente), lo cual impulsaría radicalmente una transición en la forma de pensar de los individuos y el colectivo, pasando de la improvisación y la inmediatez a la planificación y la posteridad.

Además, el poder vivir varios siglos implicará un cambio profundo en las relaciones humanas. Si actualmente no es raro encontrar núcleos familiares donde conviven hasta cuatro generaciones diferentes, donde cada miembro de cada generación desempeña un rol, resulta fascinante pensar que dinámicas surgirían en una familia donde, en un mismo espacio y tiempo, pudieran convivir entre 10 y 20 generaciones simultáneamente.

¿Cuánta información podría acumularse y compartirse en el encuentro de tantas generaciones?. ¿Cuántas tradiciones podrían sobrevivir a los cambios entre una y otra generación?. ¿Cómo afectaría esto al concepto de familia?, ¿se mantendrá o evolucionará hacia una nueva definición operativa?.

Es posible que las ventajas que pragmática y ancestralmente ha ofrecido el pertenecer a un núcleo familiar adquieran dimensiones inusitadas. En una familia multigeneracional que se extienda por varios siglos, las acciones emprendidas por algunos de sus miembros podrían beneficiar o perjudicar a muchas generaciones posteriores, a las cuales se tendría acceso temporalmente para recibir de ellas sus agradecimientos o sus reprensiones. Si a esto sumamos el efecto que tendrá el intercambio masivo de información instantánea (efecto que discutiremos mas adelantes) resulta probable que las familias evolucionen funcionalmente más hacia la organización actual de las corporaciones, donde un objetivo común une a muy diferentes individuos, cada cual desempeñando una función particular en nombre de un misión general. Pero aún a escala individual, la extensión de la expectativa de vida, tendrá un efecto inimaginable en cuanto a las posibilidades de desarrollo de las personas. ¿Cuánto conocimiento y sabiduría podrían acumularse viviendo a lo largo de 3 siglos?. ¿Cuántas ideas producto del enriquecimiento intelectual podría aflorar en dicho tiempo?. ¿Cuántas habilidades podríamos desarrollar teniendo mucho más del tiempo necesario para satisfacer las necesidades materiales?.

Aún más, un incremente dramático del tiempo de vida nos llevaría necesariamente a buscar una solución al problema de la sobrepoblación mundial. Es un hecho que la Tierra posee recursos limitados y que existe un límite natural de personas que puede coexistir en condiciones deseables sobre en la Tierra. Y cuando las personas tengan muy altas probabilidades de vivir por siglos, obligatoriamente la tasa de crecimiento poblacional deberá disminuir drásticamente y apartarse del insostenible crecimiento geométrico, permitiendo la estabilización de la población mundial. De no ser esto posible, entonces nos veríamos en la necesidad de mudarnos de nuestra casa materna, y partir de búsqueda de nuevos hábitat en el Sistema Solar.

Con el surgimiento del pensamiento transgeneracional, pensar seriamente sobre el futuro será cada vez más y más importante, y con ello la ciencia de la prospectiva se convertirá en la herramienta fundamental en el desarrollo y subsistencia de la post humanidad. Quienes sean capaces de entenderlo tendrán la enorme ventaja y el privilegio de escoger los mejores asientos en el espectáculo del mañana que se está volviendo hoy.

sábado, 25 de abril de 2009

Los Afluentes del Cambio: La Informática y la Cognociencia

Transhumanismo: Un Nuevo Renacimiento (II.II)



Esta revolución genética en ciernes que deviene de nuestra reciente capacidad de leer el libro de la vida (y de los 3200 millones de pares de “palabras” que contiene), solo ha sido posible gracias al desarrollo de las computadoras, y con ellas, de las tecnologías de información. Estas en conjunto han sido de las tecnologías que más fuertemente han influenciado el mundo en el siglo XX y han cambiado nuestros hábitos y estilos de vida.

Hoy en día prácticamente no existe ámbito de nuestra sociedad dónde las computadoras y las tecnologías de información no tengan un rol preponderante e indispensable. Desde el control de procesos industriales hasta el comercio electrónico; desde la exploración remota de otras planetas hasta las comunidades virtuales; desde una sala quirúrgica hasta nuestros bolsillos. Todos son terrenos conquistados por la ciencia y tecnologías de información, permitiéndonos un intercambio de información y una interrelación sin precedentes.

De todas las áreas de nuestra sociedad donde éstas han tenido o pueden tener un impacto, la que pudiera llegar a ser más importante es en la Educación. La capacidad de almacenar, transmitir y difundir información, lo cual el Biólogo Evolutivo Richard Dawkings ha llamado “meme” o unidades de información cultural [7], ha sido una de las claves fundamentales del progreso de nuestra especie.

Hoy en día una computadora con acceso a Internet representa una ventana a prácticamente todo el conocimiento generado y toda la información almacenada por la humanidad en los últimos 10.000 años. Si a esto sumamos la existencia de proyectos como el de Nicholas Negroponte, que con el apoyo de la UNESCO y amparado en la Ley de Moore, se ha propuesto la construcción de una computadora portátil tan barata que hiciera factible que prácticamente todos los niños en cualquier parte del mundo tuvieran una (lo cual eventualmente será realidad) las posibilidades son enormes. Si bien sabemos el gran impacto que tuvo la Biblioteca de Alejandría para la civilización clásica, aun desconocemos el alcance que tendrá nuestra gran biblioteca global, que paradójicamente, no se encuentra en ningún lugar y al mismo tiempo está en todas partes.

Aunque las computadoras han disminuido su tamaño y al mismo tiempo aumentado sus capacidades drástica y rápidamente en los últimos años, estas aun siguen siendo artefactos externos a nosotros mismos, que en todos los casos requieren la utilización de una interfaz o un lenguaje humano-máquina. Sin embargo esto podría cambiar en los próximos años, dado que los desarrollos actuales ya permiten utilizar los impulsos eléctricos producidos por nuestra actividad cerebral como información de entrada que permite el control de dispositivos electrónicos, creando un puente directo entre la conciencia y la máquina. Y es precisamente aquí donde los afluentes empiezan a converger, empezando a dejar sentir la verdadera fuerza del torrente del cambio.

Todo nuestro conocimiento e información sobre los átomos, las células y en general la realidad natural, es procesada, analizada y sobre todo interpretada, por el sistema más complejo que existe en el universo conocido: nuestro cerebro. Millones y millones de años de evolución han perfeccionado un supercomputador orgánico que como ya se ha dicho, contiene tantas neuronas como estrellas en nuestra galaxia y tantas interconexiones como galaxias en el Universo. En este invaluable órgano es donde han surgido el arte, la ciencia, la tecnología y hasta la espiritualidad. Allí es donde ha nacido el instinto, las emociones, la inteligencia, y en última instancia, la propia conciencia.

Es en nuestros cerebros, donde reside nuestro sistema último de referencia existencial. Es allí donde habita el yo y el nosotros; es allí donde realmente comienza y termina la humanidad. De todas las formas en que podríamos utilizar las nuevas tecnologías para mejorarnos o cambiarnos a nosotros mismos, la más sensible y trascendente, aquella que pudiera marcar un antes y un después en nuestra historia evolutiva, es la modificación de nuestros cerebros.

La nanotecnología, la biotecnología y las tecnologías de la información podrían aumentar de forma inimaginable nuestras capacidades cerebrales, dando origen a las cognotecnologías, las tecnologías de la mente. Es en la profunda interrelación de las llamadas NBIC (Nano, Bio, Info y Cogno) donde se cimientan las bases del próximo y mas grande salto evolutivo. Es en su convergencia donde el poderoso río del cambio nos desemboca en un nuevo e ilimitado océano de posibilidades, a donde estamos zarpando con la intención de llegar mas allá que cualquier ser humano, de propagarnos mas allá de lo que podría un ser humano, de trascender el ser humanos.

Como en todo viaje, siempre hay potenciales peligros y amenazas. Un arrecife de prejuicios o una tormenta de equivocaciones siempre pueden estar al acecho. Por ello es imprescindible utilizar el conocimiento y la reflexión como brújulas para decidir el mejor rumbo posible hacia el nuevo mundo de nuestra existencia.

sábado, 18 de abril de 2009

Los Afluentes del Cambio: La Nanotecnología y La Biotecnología

Transhumanismo: Un Nuevo Renacimiento (II.I)


“¿Qué pasaría si pudiéramos reagrupar los átomos uno por uno de la forma en que nosotros quisiéramos?”

Richard Feynman



Desde que hace un poco más de 2500 años cuando Demócrito postuló que todas las cosas en la naturaleza debían estar compuestas por partículas “indivisibles”, hemos profundizado dramáticamente nuestro conocimiento sobre los átomos. Entre otras cosas, descubrimos que estos pueden ordenarse periódicamente y agruparse entre sí de modos específicos para formar moléculas, e incluso, como combinar estas para crear materiales con propiedades diferentes a los encontrados en la naturaleza. Aún más, aprendimos que éstos no son en lo absoluto indivisibles, que están compuestos por una compleja combinación de otras partículas más fundamentales y que la gran mayoría de ellos (incluyendo el calcio en nuestros huesos, el oxigeno que respiramos y el hierro en nuestra sangre, etc.) se formaron en el interior de las estrellas.

Pero en la enorme y fascinante historia de nuestro conocimiento sobre los bloques constitutivos de la naturaleza, hay una fecha de especial importancia, donde un reto planteado por un Profesor a sus colegas y alumnos daría origen a una revolución tecnológica que apenas está comenzando. El 29 de Diciembre de 1959, El Premio Nóbel de Física Richard Feynman, dictó una conferencia en la reunión anual de la Sociedad Americana de Física, en Caltech, donde expuso sus reflexiones de lo que sería posible crear si lográbamos reducir la magnitud mínima a la cual podíamos manipular la Naturaleza . En ella lanzó el reto de quien sería capaz de escribir los 24 volúmenes de la Enciclopedia Británica en la cabeza de un alfiler y puso un premio para tal proeza (que sería reclamada no mucho después) dando origen a la carrera hacia la mas extrema miniaturización posible, la nanotecnología.

La nanotecnología, el primero de los 4 pilares de la inminente revolución tecnológica, es la ciencia que nos permite manipular los átomos individualmente de tal forma que hace posible la construcción de dispositivos y/o artefactos a la escala de 10^(-9) m. El poder construir a escala atómica cualquier dispositivo mecánico concebible, abre las puertas a espectro casi ilimitado de aplicaciones, desde la lucha contra la contaminación hasta la medicina. En cada caso, una legión de nanobots (robots a escala atómica) que patrullaran el subsuelo o la atmósfera podrían disociar compuestos tóxicos y nocivos para el medio ambiente, o en cambio, circulando continuamente a través de nuestro torrente sanguíneo podrían dosificar medicinas directamente en las células que lo necesitan cuando lo necesiten. La nanotecnología es hoy una realidad y su uso es casi rutinario en muchos procesos y tecnologías. Además, actualmente este campo de investigación es el que más inversiones y subvenciones recibe de las grandes potencias a nivel mundial, por lo que muy probablemente en los próximas décadas, la nanotecnología permitirá llevar la industrialización (y con ella nuestra capacidad para intervenir el mundo) a dimensiones épicas, permitiéndonos hacer muchísimo más con literalmente muchísimo menos.

Siguiendo adelante en nuestra comprensión de la naturaleza, también aprendimos que los átomos agrupados en moléculas, y estas a su vez con otras muchas más moléculas, dan origen a configuraciones complejas capaces de autoreplicarse, almacenar en incluso transmitir información. Además, que éstas a su vez pueden formar sistemas con muchísimos componentes y con complicadas interacciones que, dadas las condiciones adecuadas y por medio de procesos que aun no conocemos, dan origen al fenómeno de la vida.


Las unidades fundamentales de este fenómeno son las células, pero la clave de la vida se encuentra en sus núcleos, en una molécula de forma helicoidal descubierta por Watson, Crick y Rosalind Franklin en 1953, que es común a todas las formas de vida conocidas en nuestro planeta, el ADN. La diferencia fundamental entre cualquiera dos seres vivos en la Tierra, entre una bacteria y un homo sapiens, está fundamentalmente (en términos generales) en como está codificada la información en el ADN.

Hace apenas 5 años, que gracias a la ayuda de grandes computadores, ha sido posible “leer” completamente el libro de la vida, mediante la secuenciación de todo genoma humano , tarea que fue emprendida tanto por el consorcio público liderado por Francis Collins y como el privado dirigido por Craig Venter. Sin embargo la tarea de entender sus páginas, recién ha comenzado.

El ADN puede interpretarse esencialmente como un algoritmo que le dice a todos los actores que intervienen en el desarrollo de la vida, cuando y que hacer. Si entendemos un leguaje de programación y las funciones que desempeñan cada parte de un algoritmo, se nos hace posible modificar el código añadiendo o quitando líneas, y con ello lograr que el “programa” tenga o no las funciones para la cuales fue diseñado originalmente. Análogamente, si entendemos el funcionamiento de los genes de una especie, podríamos suprimir la acción de aquellos que producen resultados no deseables, y favorecer la acción de aquellos cuyos resultados si lo son.

La ingeniería genética ha hecho esto posible desde hace ya muchos años. Numerosas y variadas han sido sus aplicaciones, siendo utilizada para fines tan prácticos como crear cosechas mas resistentes a ciertas enfermedades a las cuales eran propensas, hasta otros que en principio no lo parecieran tanto, como crear una especie de peces bioluminiscentes.

Sin embargo, dentro de todas las posibilidades que ofrece la genética, sin duda alguna la más trascendental de todas es, la modificación de nuestro propio genoma. Hasta ahora el gran programador de nuestra especie han sido las mutaciones y el proceso de selección natural, que mediante incontables ensayos y errores a lo largo de millones de años, ha producido uno (sino el que más) de sus productos más refinados, nosotros los humanos.

No obstante, sobran argumentos para criticar el adjudicamiento de dicha distinción. Somos bien concientes de las numerosas enfermedades, debilidades y limitaciones que forman parte de nuestras vidas, muchas de las cuales han sido hasta ahora, completamente ineludibles.

La ingeniería genética, entre tantas cosas, nos podría permitir controlar ciertos procesos que hasta ahora han estado en manos del azar. Nos permitiría por ejemplo controlar el proceso de crecimiento, las características estéticas corporales, las aptitudes físicas, etc. Pero mucho más importante, nos permitiría mejorar las fracciones menos elaboradas de nuestro ADN y hasta corregir los errores de la evolución natural. Por ejemplo, más allá de diagnosticar una enfermedad muchos años antes de la aparición de sus primeros síntomas, podríamos llegar a suprimir del todo los agentes genéticos causantes de dicha enfermedad.

Incluso podríamos potenciar las capacidades que nos ha dado la naturaleza, incrementando nuestra resistencia a ciertas enfermedades del sistema inmunológico , o agudizando nuestros sentidos o incluso aumentando nuestra memoria o inteligencia. Aún más allá sería posible añadir a nuestro ADN fragmentos de otras especies, que al incluirlo en nuestra programación, nos permitiría poseer nuevas y diferentes capacidades de aquellas que la selección natural nos ha otorgado.

Pero de todas las características biológicas poco deseables de nuestra especie, la preponderante ha sido siempre la propia finitud de la vida. En los últimos siglos la humanidad ha visto como la tecnología (al despojarnos de la necesidad de hacer trabajos de grandes y a la larga, devastadores esfuerzos físicos), la mejora de las condiciones de salubridad en nuestra vida cotidiana (previniendo la aparición de enfermedades e infecciones) y los grandes avances de la medicina han logrado aumentar progresivamente nuestro tiempo de vida, que en el más modesto de los escenarios, ha sido duplicado.

En la Edad Media, tan solo superar los 30 años de edad era toda una proeza, que en casi todos los casos, estaba reservada para las más altas elites de la sociedad. Hoy en día en los países desarrollados, el promedio de expectativa de vida de toda la población se encuentra entre los 75 y 80 años. Ahora con el desarrollo de la genética, hemos comenzado a estudiar y entender cuáles son las causas naturales del envejecimiento y con ello, en última instancia, la causas de la propia muerte.

En pocos años hemos identificado la existencia de relojes genéticos que marcan la pauta de los procesos de regeneración celular y ponen fin a éstos. Ya en 1962, Leonard Hayflick descubrió que las células humanas solo se duplican 52 veces antes de morir y que en ello radica el origen de la senescencia. Hoy sabemos que la enzima de la Telomerasa juega un rol fundamental en dicho proceso y hasta se ha logrado alterarlo significativamente en ratones [5]. Si logramos descifrar la manera de retrasar el paso de éstos relojes, podríamos multiplicar por varios factores nuestra esperanza de vida actual. Hoy en día a quienes creen, como el afamado inventor Ray Kurtzweil, que en base al progreso de las investigaciones y de nuestra comprensión de estos procesos en los humanos durante los últimos años [6], que en las próximas décadas podría ocurrir un salto sin precedentes en nuestra expectativa de vida . Incluso no es descabellado pensar, que un futuro quizás no tan lejano, logremos ralentizar nuestros relojes genéticos hasta el punto de casi detenerlos, logrando con ello extender indefinidamente nuestras vidas .

No obstante, es necesario señalar que la existencia de todas las formas de vida en la Tierra, hasta ahora, está inevitablemente supeditada a la existencia del Planeta en sí mismo. Sabemos que en aproximadamente 5.000.000.000 de años nuestro Sol estará en las fases finales de su vida y se convertirá en una estrella supergigante roja que arrasará la Tierra y todos los planetas interiores en el proceso. Sin embargo, la extensión de nuestra fugaz existencia en términos geológicos, sería sin duda una de los cambios más trascendentales de nuestra transición más allá de la humanidad.



viernes, 10 de abril de 2009

Nuestro Lugar en el Universo

Transhumanismo: Un Nuevo Renacimiento (I)


“La humildad es la única actitud adecuada para encararse con el universo, pero no una humildad que nos impida buscar la naturaleza de ese universo que admiramos”

Carl Sagan






En 1532, Nicolás Copérnico cuestionó la idea establecida por más de 1500 años de que nuestro planeta era el centro de la creación. Con ello desafió no solo al establishment académico imperante en la Edad Media sino también a todo el sistema de creencias y de organización social que se había construido en torno a él, desatando así una revolución sin precedentes en la historia occidental y que daría origen a uno de los períodos más fascinantes de la humanidad, el Renacimiento.

La idea de que no todos los astros debían de girar alrededor de la Tierra, fue confirmada espectacularmente cuando Galileo Galilei en 1609, por vez primera observó al cielo con una visión mejor que aquella que le había proporcionado la naturaleza. Cuando apuntó hacia Júpiter ese artefacto recién inventado, llamado Telescopio, (el 7 de enero de 1610) descubrió 4 pequeños cuerpos celestes que parecían girar en torno al astro ignorando cíclica y consecutivamente la supuesta preponderancia de la Tierra. Cuando lo enfocó hacia el Sol, observó que presentaba conjuntos de manchas irregulares y que por tanto, éste distaba mucho de ser el orbe perfecto e incólume que se había proclamado. Y así sucesivamente, sus observaciones acumularon la evidencia suficiente para apoyar la tesis de Copérnico, que era el Sol, y no la Tierra, el centro del Universo.

Si bien es conocido que Galileo fue forzado a renegar de sus descubrimientos, sentando así un importante precedente histórico de cómo la sociedad puede resistirse al cambio y a la luz del conocimiento (que dentro de sí misma se genera), también fue claro entonces que la Tierra, sin embargo se movía. Pero además de la Tierra, habían comenzado a moverse los engranajes históricos que unirían para siempre en un solo mecanismo, los cambios en nuestro conocimiento científico y los cambios experimentados en nuestra sociedad.

Proceso que casi 3 siglos mas tarde concebiría la idea de que las estrellas son otros soles, mas o menos similares al nuestro, pero que se encuentran a grandes distancias. Igualmente, que nuestro Sol (con los planetas y la Tierra), junto con las otras estrellas formaban parte de un sistema mucho mayor, al que llamaron la Galaxia de la Vía Lactea , de la cual el astro “Rey” tampoco ocupaba el centro sino que se encontraba a 2/3 del mismo, en lo que podría llamarse los suburbios del sistema.




Luego en el siglo XX al descubrir que existían otros “universos islas”, otras galaxias, creímos que ya no la Tierra, ni el Sol, sino la Vía Láctea, era el centro del Universo. En 1929 el astrónomo Edwin Hubble haría un descubrimiento que parecería devolvernos, de alguna forma, un sitial de honor en el contexto cósmico[1]; descubriría que todas las galaxias sin excepción se estaban alejando vertiginosamente de nuestra galaxia. Hubble había descubierto un Universo en expansión con nosotros en el centro de la misma. Por última vez pensamos ocupar un lugar especial en Universo. Sin embargo, unos pocos años después Albert Einstein nos despojaría de una vez por todas de nuestra ancestral e ingenua necesidad de ocupar un lugar primordial en el Universo, al demostrar con la Teoría General de la Relatividad [2] y su concepto de un espacio cuatridimensional, que todas las galaxias podrían observarse a si misma como orígenes de la expansión y que el Universo simplemente, carecía de centro.

El filósofo contemporáneo Thomas Khun (1992-1996) señaló que la esencia de las Revoluciones Científicas se encuentra en el cambio de los paradigmas [3]. Cuando un conjunto de pruebas y conocimientos científicos acumulados en determinada época alcanza un punto crítico, estos se hacen en extremo difíciles de enmarcar dentro del esquema de pensamientos preestablecidos, dando origen al surgimiento de nuevos enfoques de la realidad, de nuevos conceptos y teorías, de la cual se desprende una visión completamente diferente del Universo.

Si bien no ocupamos físicamente un lugar privilegiado, aun somos por mucho el fenómeno más complejo conocido en el Cosmos. Tan solo el cerebro humano posee 10^11 neuronas, tantas como estrellas en la Galaxia, y 10^14 conexiones (sinapsis), mas que todas las galaxias en el Universo [4]. Cada día la Humanidad se hace más consciente que en un futuro próximo, también podría perder esta distinción. La exploración espacial y el estudio del universo, ha puesto a la vista la real posibilidad de que haya existido o incluso aún exista vida en otros lugares del sistema solar (como en Marte o en la luna Europa). Aún más, los cada día más frecuentes descubrimientos de planetas extrasolares (287, algunos de los cuales tienen algunas características físicas similares a las encontradas en nuestro planeta), y de otros sistemas planetarios, hacen sumamente razonable la posibilidad que la vida no sea un fenómeno exclusivo de este rincón del Universo.



Actualmente no hay duda que la Humanidad está las puertas de la más grande de todas las revoluciones. Una revolución que ya no cambiará nuestra ubicación relativa en el universo, sino nuestra definición absoluta con respecto a nosotros mismos. Una en la que no se cambiará nuestro lugar en el mundo, sino nuestra forma de estar en el mundo… una que nos llevará más allá de ser humanos. El conocimiento y la tecnología han sido siempre la clave de subsistencia y progreso de la especie humana, en la medida que con su uso inteligente, le han permitido superar las grandes limitaciones que la propia naturaleza le ha impuesto. ¿Cómo sin el fuego habríamos podido ahuyentar las bestias por la noche?, ¿cómo sin las herramientas habríamos podido dominar los elementos?, ‘¿cómo sin la medicina habríamos superado las mas inocua de las enfermedades?, ¿cómo sin los barcos y el conocimiento de los astros habríamos podido cruzar los océanos?, ¿cómo sin la ciencia y la tecnología habríamos podido volar a través de los cielos o siquiera pretender alcanzar las estrellas?.

Si bien es profuso lo que hemos logrado y muchos los obstáculos que hemos superado, es aún mucho mayor lo que nos queda por alcanzar. Actualmente la vanguardia de nuestro conocimiento científico y tecnológico nos está abriendo la posibilidad de superar nuestras limitaciones y extender nuestras capacidades modificando directamente nuestra condición humana. La Nanotecnología, la Biotecnología, la Informática y las tecnologías cognitivas, son las corrientes del conocimiento cuyo caudal ha venido incrementándose enormemente en los últimos años y en cuya histórica convergencia, se encuentra la semilla de los profundos cambios que están por venir.

Por primera vez en la historia de éste planeta, una especie inteligente se está volviendo capaz de despojar a la naturaleza de su rol determinante en el desarrollo de las formas de vida que en el habitan, permitiéndose así misma decidir el rumbo de su propia evolución. Esto plantea a nuestra generación el enorme reto y la gran responsabilidad de estudiar los potenciales beneficios y perjuicios del uso de estas nuevas tecnologías, y aún más, reflexionar sobre las implicaciones filosóficas, éticas, e incluso espirituales que estas conllevan.

En este serie de artículos, basados en un ensayo escrito al año pasado con motivo de la convocatoria de la Sociedad Mundial de Futuro Venezuela (y que puede descargarse completo AQUI), partiremos en la exploración de algunas de estas vitales cuestiones, parados en los hombros de gigantes de la ciencia y de la prospectiva, cuyas profundas visiones tendremos siempre como nuestras primeras guías en el fascinante territorio del mañana. Analizaremos brevemente las características fundamentales de estas tecnologías y cómo podrían modificar o extender nuestras capacidades naturales. Abordaremos sus posibles implicaciones en el desarrollo de la especie y la inducción por éstas de nuevos fenómenos sociales. Reflexionaremos sobre las amenazas y posibles peligros que conlleva el uso de estas tecnologías y propondremos un conjunto de acciones a emprender desde ahora para prevenir su aparición o minimizar sus efectos. Y finalmente, plantearemos la necesidad de construir una nueva filosofía basada en las leyes naturales como marco ético hacia una nueva humanidad como una de las conclusiones de las reflexiones anteriores.

El Maestro Arthur. C. Clarke solía decir, que la única forma de conocer los límites de lo posible es aventurarse más allá de ellos y llegar hasta lo imposible. Ese es nuestro desafío, atrevernos a ir mas allá del Humanismo hacia un horizonte nuevo repleto de posibilidades, atrevernos a viajar hacia el Transhumanismo.