sábado, 9 de mayo de 2009

Rumbos Posibles: Sobre el pensamiento paralelo y el surgimiento de los Multividuos

Transhumanismo: Un Nuevo Renacimiento (III.II)



El intercambio masivo de información es una de las características principales de la época actual. Sin hacer énfasis en el enorme flujo de información circulante entre las empresas y los centros de investigación, a nivel personal, hoy en día con un teléfono celular (o más en general un dispositivo móvil) es posible estar en contacto con cualquier persona en el mundo, acceder y poder hacer búsquedas en Internet, registrar audiovisualmente cualquier acontecimiento y hasta publicar dicho contenido en tiempo real en nuestras páginas personales, y con ello hacerlo visible al mundo entero.

Este fenómeno, que ha sido uno de los principales catalizadores de la globalización, entre tantas cosas ha permitido que individuos radicados en lugares opuestos del mundo, con culturas muy diferentes en incluso, estatus económico disímiles, puedan interactuar como iguales y descubrir que tienen un sinnúmero de elementos afines entre sí. Ello ha dado origen al surgimiento de comunidades virtuales que agrupan personas en base a sus ideas e intereses, organizaciones no gubernamentales con miembros esparcidos en todo el mundo e incluso ha permitido el surgimiento de movimientos sociales transnacionales.

Sin embargo, la convergencia de las NBIC y en particular su aplicación directa en extender nuestras capacidades cognitivas, permite imaginar el enorme impacto que tendrá la posibilidad de transmitir y procesar información de forma instantánea y sin “intermediarios”, pudiendo trasformar no solo la forma en como los individuos se organizan dentro de la sociedad, sino incluso redefinir los propios conceptos de individuo y sociedad. (ADVERTENCIA: a partir de aquí contenido altamente especulativo, se sugiere tomar las debidas precauciones al respecto.)

Hasta ahora el intercambio de información ha estado severamente restringido por varias razones: principalmente la necesidad de usar interfaces, la velocidad de su procesamiento e interpretación, y sobre todo, el tipo de información susceptible de ser transmitida, constituyendo todos estos mediadores y filtros a la vez, que de poder eventualmente omitirse, darían origen a una revolución sin precedentes en las interrelaciones “humanas”.

Por ejemplo, para superar nuestras limitaciones en la velocidad de procesamiento y almacenamiento de información, la nanotecnología podría crear interfases moleculares entre nuestras neuronas y los circuitos digitales, permitiendo el intercambio directo de información entre estos y con ello, abrir la posibilidad de transferir naturalmente tareas de nuestros cerebros orgánicos a los cerebros inorgánicos. Se podrían multiplicar nuestras capacidades de cálculo programando nuestros algoritmos mentales directamente en nanoprocesadores, o superar lo límites de nuestra memoria natural al almacenar la información en memorias de estado sólido no volátiles, que al estar integrada a nosotros mismos, pudiera ser accesible inmediatamente en la medida de ser requerida por nuestras pensamientos.

Ello sería aún más necesario si consideramos que la biotecnología podría mejorar genéticamente nuestras capacidades naturales y en última instancia, dotarnos de algunas otras que la evolución obvió en su “diseño”. En ambos casos, ya sea por el aumento de la sensibilidad de nuestros sentidos o por la inclusión en nosotros de nuevas formas de interactuar con la realidad, implicaría un aumento masivo de la información que así obtendríamos del mundo exterior, y que por tanto nos demandaría una mayor capacidad de procesamiento y almacenamiento de información.

El Neurólogo Paul McLean postuló la teoría según la cual cerebro humano estaría estructurado por tres partes o capas: la reptílica, donde residirían nuestros instintos animales y las necesidades fisiológicas fundamentales; la límbica, en la cual se producirían los sentimientos y las emociones; y finalmente el neocórtex, asidero de nuestras capacidades cognitivas, y por tanto en última instancia, responsable del establecimiento y desarrollo de nuestra civilización. Sin embargo, la posibilidad de integrar directamente a nuestro sistema neurológico circuitos inorgánicos (eventualmente circuitos fotónicos ) podría originar la aparición de una nueva capa o fase de nuestro cerebro, la cual seria responsable de la mayoría de nuestras capacidades mejoradas así como la incubadora de todas aquellas nuevas que están por emerger.

Dicha integración en nuestros cuerpos de microprocesadores y dispositivos de almacenamiento capaces de interactuar directamente con nuestro sistema neurológico, en conjunto con otros nanodispositivos, abriría las posibilidades de transmitir información directamente entre personas, sin intermediarios aparentes, de una mente a otra en vivo. Esta suerte de “telepatía real”, fundamentada la extrema miniaturización de los dispositivos de telecomunicaciones y la comunicación nanomáquinas-neuronas, sería el camino hacia una interacción e intercambio masivo de información entre individuos sin precedentes. Es más, habiendo superado la necesidad de usar interfaces y nuestras limitaciones en cuanto la velocidad de su procesamiento y la capacidad de almacenamiento de información, se haría factible dar el último salto concebible (desde nuestra perspectiva) en cuanto a la comunicación: la transmisión sensitiva.







Por un tiempo, la humanidad usó como principal forma de comunicación la radio AM. Luego descubrió que modulando la frecuencia en vez de la amplitud de las ondas electromagnéticas, podía no solo mejorar la calidad del audio transmitido sino también incluir en la misma señal, mucha información adicional. Esto fue posible al lograr utilizar los distintos modos de oscilación como distintas capas susceptibles de ser “escritas” y por tanto, de transmitir información. Este mismo principio, según el cual al incluir más información en la “señal” aumenta la “fidelidad” de lo que se quiere transmitir, podría extrapolarse hasta alcanzar la forma más fidedigna comunicación posible entre los “humanos”, aquella que permitiera transmitir no solo la información sino también parte de su procesamiento, a través de la interpretación personal y emotiva que pudiera tener cada individuo.

Hoy en día sabemos que las emociones, sentimientos e incluso, hasta las experiencias de carácter religioso, que conforman el enorme y rico conjunto del universo psíquico y espiritual humano, tiene su base fisiológica en distintas configuraciones de actividad de las neuronas en nuestro cerebro [4]. Sabemos que si bien estas intrincadas interacciones son hasta el momento muy difíciles de describir en detalle, estas dan origen a patrones bien definidos y reconocibles que permitirían describir inyectivamente el espectro de emociones humanas.

Dicho conocimiento ha permitido comenzar a realizar experimentos que tratan de inducir emociones mediante la estimulación directa de ciertas regiones del cerebro, aquellas donde es sabido se activan cuando dicho estado emotivo es alcanzado naturalmente, obteniéndose resultados muy interesantes y hasta polémicos . De modo que si partimos del hecho que el conjunto de emociones humanas tiene una base fisiológica como configuraciones de actividad cerebral, serían por tanto susceptibles de ser medidas y registradas, y eventualmente, reproducibles .

El lograr transmitir a una persona no solo la información referente a algo sino también el conjunto de emociones e interpretaciones que de ellas puedan derivarse en otra persona, constituiría el nivel máximo de intercambio de información posible desde una perspectiva “humana”. Imaginemos por un instante, que en vez de solo leer una poesía, pudiéramos a la par de los nuestros acceder también a literalmente los sentimientos y emociones de quien la hubiera escrito. Imaginemos que un artista posthumano registrara sus estados emotivos al crear una pintura y que luego los ofreciera, junto a la obra misma, como parte integral de su creación. Imaginemos que al ir un concierto de música clásica, no solo pudiéramos escuchar las notas y los acordes de una gran sinfonía, sino intercambiar directamente entre los asistentes y los músicos, nuestras emociones al escucharlas y/o ejecutarlas, siendo así todos partícipes de la creación de una gran sinfonía con algo más que música, una emosinfonía.

Además de abrir la posibilidad para un mercado de emociones donde las personas podrían acceder a los estados emocionales de grandes deportistas, artistas, etc. y descargarlas de la red directamente a su tecnocortex, tal como hoy hacemos con la música a nuestros discos duros (lo cual no sería más que la extrapolación última de nuestro actual mercado de entretenimiento), podríamos incluso especular que varios siglos adelante, cuando exista la posibilidad real de comunicar instantánea y directamente información, pensamientos y emociones entre individuos, es decir metainformación, podría surgir un proceso de redistribución de las funciones cognitivas (que hasta ahora habían sido exclusividad de cada individuo) entre varios sujetos.

Al igual que los sistemas termodinámicos que al estar en contacto e intercambiar energía, tienden a un estado de equilibrio, es probable que los individuos que estuvieren intercambiando continuamente metainformación tiendan asimptóticamente a un estado de homogeneidad tal que las diferencias particulares (que en su mayoría son producto de las experiencias individuales y las diferencias culturales de cada individuo) tiendan a desaparecer, y con ello, también tiendan a desvanecerse los vestigios de la identidad en pro del surgimiento de una identidad colectiva o distribuida que seria común a los sujetos que lo integren, dando origen a los primeros multividuos.

Los multividuos podrían ser el resultado último de las fuerzas de la selección natural que han operado durante millones de años en nuestro planeta. Estos se verían altamente favorecidos de lograr sumar a un nivel tan esencial las capacidades de cada individuo que lo integran, logrando compensar entre sí las posibles debilidades de cada uno. Además los multividuos tendrían la información que fuere accesible a los sentidos de cada uno de sus miembros, logrando en efectos prácticos, la ubicuidad de cada conciencia, o tambien se pudiera decir, logrando la omnipresencia de la conciencia compartida emergente.

III.III) Sobre el camino y sus bifurcaciones

Un breve ejercicio imaginativo puede mostrarnos que aún partiendo de la senda ya trazada, tan solo dando unos pocos pasos, podemos encontrarnos muy lejos del camino que nos es familiar. Incluso tan lejos que ningún mapa conocido podría servirnos como guía, y un fuerte sentimiento de extravío y desesperación puede invadirnos. Aun más si consideramos que a cada paso se nos presentan tantos caminos posibles como las bifurcaciones en los fractales de Maldelbrot, surge la imperativa necesidad de encontrar una brújula fundamental de la cual hacernos para guiar nuestros pasos en estos territorios inexplorados.

Hasta ahora en este ensayo no se ha pretendido juzgar bajo ningún criterio moral la conveniencia o no de las ideas expuestas ni sus posibles implicaciones. Sin embargo del mismo ejercicio se desprenden posibilidades que bajo ninguna ambigüedad, se nos presentan como grandes y fuertes amenazas que, en orden de poder tener una visión holística y profunda de nuestro posible futuro, han de ser tratadas necesariamente.

Al igual que lo navegantes, que aún encontrándose en mansas aguas no han de poder ignorar la nubes grises en el horizonte, no podemos tampoco obviar las potenciales tormentas que podríamos enfrentar en el futuro, como producto de las amplias posibilidades que nos deparan nuestro desarrollo tecnológico.



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