Resulta increíble pensar, como a pesar de estar viviendo una época de aceleradas transformaciones y donde el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico se yerguen como las fuerzas impulsoras e indiscutibles del desarrollo, la gran mayoría del proceso de toma de decisiones de políticas públicas en nuestro País sigue signado por el ciego apego a ideologías y a dogmas con casi de dos siglos de obsolescencia. En este contexto, los políticos tradicionales y sus escenarios de poder, resaltan como los sectores de nuestra sociedad con el pensamiento y accionar más arcaicos, desfasados, improductivos e ineficientes de nuestra sociedad. Nuestros políticos en su gran mayoría carecen de formación científica y tecnológica (y otros tantos, carentes de cualquier formación), están completamente desconectados de las verdaderas y grandes revoluciones que estamos experimentando y se encuentran desprovistos de una visión de futuro coherente con el fascinante y complejo momento histórico que no has tocado vivir.
Esta situación de la clase política venezolana, se debe observar bajo la mirada agravante de que en ellos recaen las más grandes responsabilidades de la nación al estar frente a las instituciones del estado, siendo quienes deben afrontar el reto de dar solución a los abundantes problemas públicos y decidir las políticas que pueden llevar al éxito o al fracaso de nuestro País. A la luz de esta realidad debemos preguntarnos: ¿cómo debería ser la Política del Siglo XXI?. Trataré de responder a esta pregunta desde mi punta de vista en sucesivos post, pero quisiera empezar con un ejemplo muy concreto, el problema de congestionamiento vial en Valencia y una posible aplicación del sistema de parada obligatoria Pico y Placa, no disertando sobre la conveniencia o no de dicho plan, sino sobre la forma de cómo debería abordarse el problema.
Esta situación de la clase política venezolana, se debe observar bajo la mirada agravante de que en ellos recaen las más grandes responsabilidades de la nación al estar frente a las instituciones del estado, siendo quienes deben afrontar el reto de dar solución a los abundantes problemas públicos y decidir las políticas que pueden llevar al éxito o al fracaso de nuestro País. A la luz de esta realidad debemos preguntarnos: ¿cómo debería ser la Política del Siglo XXI?. Trataré de responder a esta pregunta desde mi punta de vista en sucesivos post, pero quisiera empezar con un ejemplo muy concreto, el problema de congestionamiento vial en Valencia y una posible aplicación del sistema de parada obligatoria Pico y Placa, no disertando sobre la conveniencia o no de dicho plan, sino sobre la forma de cómo debería abordarse el problema.
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El Pico y Placa en Valencia
Valencia, debido al gran incremento poblacional (y por ende del parque automotor) que ha experimentado principalmente en las últimas dos décadas, así como la ausencia de creación de nuevas vías de transporte y las obstrucción de algunas de las existentes como consecuencia de la construcción del Metro, ha devenido en una fuerte crisis vehicular que parece agravarse día a día. Recorridos que antes podían hacer ene 15 o 20 minutos, ahora requieren de más de una hora. El transporte público tiene que desviarse de sus rutas habituales transitando por zonas residenciales en intrincados caminos, causando evidentes molestias a vecinos y pasajeros, volviéndose más anárquico que de costumbre. Todo esto influyendo obviamente en la calidad de vida de los valencianos.
Hablando con un amigo a quien aprecio mucho como persona y a quien de igual forma respecto intelectualmente, surgió el tema de la aplicabilidad del Pico y Placa en Valencia. El, siendo liberal, argumentaba que si fuere concejal se opondría a la aplicación de dicho plan porque coarta la libertad de los ciudadanos de transitar libremente por la ciudad. Yo, quien al igual que él reconozco la libertad como derecho intrínseco al ser humano, le dije sin embargo que no me podría oponer a priori a la aplicación de dicho plan sin que se hubiera estudiado su potencial efectividad en aliviar el problema vehicular y así poder sopesar si bien la limitada “pérdida” de libertad sería un precio justo a pagar en pro de mejorar la funcionalidad de la ciudad.
Ello dio pié a discutir como debería ser la toma de decisiones en los entes de poder público. Por ejemplo, si al cabildo Valenciano se le propusiera una ordenanza para regular el tránsito vehicular como el Pico y Placa (si, porque ellos están muy ocupados en “prioridades” como cambiar los símbolos de la ciudad), probablemente la acción de la mayoría de nuestros concejales no pasaría de rechazar la propuesta, pero no basándose en valores o en el argumento de proteger las libertades civiles, sino probablemente descalificándola como “un intento desestabilizador” (1), sin profundizar en razones técnicas ni estudiar seriamente cuales serían los posibles beneficios de dicha medida.
Un cuerpo edilicio competente, así como cualquier otro funcionario público digno de la responsabilidad que se le enviste, debería cuando menos realizar un estudio científico sobre el problema vehicular de la ciudad, que abarcara un simulación del flujo vehicular en el entramado vial de Valencia, que fuere alimentado con datos reales (sobre el número de carros y vehículos pesados, en función del día de la semana, de la hora, la frecuencia de cambio de los semáforos, la frecuencia de accidentes, etc) y que permitiera en el experimentar con distintas posibles soluciones (incluido el Plan Pico y Placa) en busca de la solución más eficiente y así tener elementos racionales para juzgar la viabilidad y la conveniencia de cualquier plan vial, mas allá de cualquier dogmatismo político a priori.
No se trata por supuesto de aspirar a que nuestros ediles emprendieran por si mismo dicha investigación, pero si deberíamos como ciudadanos aspirar a que al menos tuvieran la visión suficiente para entender que los postulados doctrinarias partidistas y dogmáticos no son suficientes para resolver los complejos problemas que afectan a la ciudad, sino que necesitan incorporar a las universidades, a los científicos e ingenieros, quienes a través del conocimiento científico puedan dar respuestas concretas racionales, y en base a ellas, elaborar las debidas políticas públicas.
La Elaboración de Políticas Públicas
Un abordaje científico y técnico de los problemas sociales como primer paso para la elaboración de cualquier tipo de políticas no ha de entenderse como una utopía inalcanzable, sino como la condición mínina necesaria para poder solucionar los problemas de nuestras ciudades y nuestro País. Y es que no constituye una casualidad que esto resulte un práctica estándar en las instituciones de Países Desarrollados. Por ejemplo, en el caso de congestionamiento vehicular, ciudades superpobladas como Beijing han logrado disminuir hasta en un 33% el tiempo de viajes tan solo utilizando un sistema de tráfico adaptativo, la cuales en función de la información recogida por sensores de tráfico son capaces de autoregularse, favoreciendo el tráfico en una u otra dirección según convenga en cada momento. (2)
No debiera pensarse que la incorporación de un criterio científico técnico es la toma de decisiones en la políticas públicas es un problema de recursos humanos, puesto nuestra ciudad y nuestra región, tiene el privilegio de contar con numerosas Universidades donde existe el capital humano capacitado para emprender este tipo de análisis. Además, estudios y simulaciones de tráfico se han venido desarrollando mundialmente desde hace más de 50 años (3), y sería completamente factible que las Escuelas de Ingeniería y la Facultad de Ciencias y Tecnología de la UC, crear una simulación global del sistema vial de la ciudad, en base al cual pudieran determinarse cuales vías deberían construirse con prioridad, que impacto tendría la implementación de un sistema de tráfico adaptativo, el establecimiento de un Plan Pico y Placa, la reubicación (o establecimiento) de las rutas de transporte público, o incluso observar como el ajuste de ciertas variables pueden inducir la aparición de fenómenos emergentes.
La Política del Siglo XXI
¿Cuánto no avanzaríamos en la solución de los problemas de movilidad nuestra ciudad si contáramos con un modelo computacional en donde estudiar su dinámica vehicular y los posibles efectos de los planes de desarrollo?, ¿si pudiéramos prever en detalle como la situación evolucionaría acorde al crecimiento proyectado de la ciudad?, ¿si construyéramos nuevas vías basados en los resultados de dicho modelo?, ¿si contáramos con sistema de señales de tráfico adaptativos que en tiempo real y en función de la información recopilada decidiera autónomamente como proceder en su funcionamiento para optimizar el flujo vehicular?, o ¿si tan solo tuviéramos autoridades que reconocieran que solo a través del estudio científico y técnico de los problemas se podrían encontrar las (y mejores) soluciones?.
La Política Venezolana del siglo XXI debería basarse en la aplicación de la vanguardia del conocimiento científico y tecnológico como la clave de la solución de los problemas del País, por encima de cualquier cuerpo dogmático de ideologías arcaicas. Es necesario un cambio de paradigma que aleje la política del populismo y la lleve más hacia el tecnicismo, donde impere el profesionalismo en la instituciones del estado por encima del mediocre clientelismo partidista, donde además todos reconozcamos el invaluable rol que debe desempeñar el conocimiento y método científico en la toma de decisiones públicas. Es allí donde a mi juicio radica la clave del éxito y del desarrollo del enorme potencial de Venezuela. Después de todo, el implementar el Pico y Placa así como cualquier otra política pública, no ha de ser una decisión basada en la opinión, sino en la investigación.
Ciencia y Sociedad Opinión Política del Siglo XXI
1 comentario:
Bueno, eso es lo ideal y esa es nuestra lucha...
...el tiempo tarde o temprano, para mal o para bien, dará su veredicto.
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